Anatomía de un Errante

Anatomía de un Errante

La metáfora que Alfredo Echazarreta articula con respecto a su pintura, la construcción por capas - pieles - sucesivas como el tiempo y las ciudades, es una clave para penetrar en la materia densa y rica de sus paisajes improbables, de colores sutiles. Entre el mundo oceánico del sur de Chile y el universo mediterráneo legendario y poético, el pintor envía barcas a pescadores, de caballos azules y blancos. Pero es también en la composición de las telas que dos mundos se superponen, inacabados y flotantes. Es la pintura que empuña el artista, en un combate ardiente y épico de colores, de islas en fuga, de apariciones frágiles y encantadoras. Punto de sujeción en el movimiento marino y las convulsiones de la tierra roja, el árbol, majestuoso vínculo con el cielo, arco y refugio de follaje para pequeñas figuras que bailan. Bajo el árbol, también, a veces, una bella abandonada, desvestida, Ariane de un alejado jinete. Reminiscencia dionisíaca, el árbol plantado en una barca u ofreciendo el fruto, atrayendo la mano de una mujer encaramada sobre el hombro de un fauno. El misterio y la inconclusión, voluntariamente inducido por el artista, abren las puertas de la interpretación onírica y mítica. El toro, máscara de Zeus o figura del sacrificio, embiste la bella o suministra su sangre como vino del cáliz.
La paleta rica y densa de Alfredo Echazarreta, combina el rojo pompeyano, los rosas salmones, los ocres cálidos a los verdes profundos, extrayendo el negro de las profundidades de la tierra o el océano. Es a través de las "pieles" de pigmentos que se unen fogosamente los colores que acogen la silueta frágil y transparente de una aparición flotante sobre el lomo del caballo.
Alfredo Echazarreta vive y trabaja en Francia, y expone su obra en destacados Museos y galerías de Europa.