Carlos Ampuero · Péndulo

Carlos Ampuero · Péndulo

En el statement publicado en su sitio web, Carlos Ampuero advierte de entrada que, como artista visual, prefiere comunicarse a través de su obra, esto es, de las imágenes. Si bien cree que las palabras -o una declaración de artista- también funcionan como una invitación a observar, para él el texto es otro lugar desde donde mirar y pensar las imágenes.


Lo que dice es sumamente franco y válido, primeramente, porque no sería prudente encorsetar por escrito la expansividad de sus imágenes, cuando estas se abren a múltiples lecturas. Además, porque en estos tiempos la escritura sobre arte ha pasado a opacar, sobre analizar e incluso malinterpretar la intención genuina y primigenia de la obra de arte. Y, más ampliamente, porque vivimos en una era de sobreexposición y consumo vertiginoso de imágenes, donde la mayoría se pierde en el Metaverso, son simplemente banales o desvían nuestra atención de los asuntos verdaderamente cruciales.


Como pintor, Carlos Ampuero no es ajeno a esta contingencia. Sus investigaciones de los último años se centran en diversas problemáticas de la imagen en Occidente, su construcción, percepción e interpretación en la sociedad contemporánea. Obras anteriores tienen como motivo el Monumento a la Tercera Internacional -conocida como la Torre de Tatlin-, o citan el Volkswagen Beetle desarmado y suspendido en el espacio del artista mexicano Damián Ortega. Hay, en su imaginario, una porosidad referencial, donde la modernidad y la contemporaneidad dialogan para
abrir nuevas relaciones.


También emerge en su pintura una atmósfera incómoda -algo siniestro y perturbador-, donde la figura humana puede mostrarse impávida y en solitario, o agrupada a la manera de sectas o en convenciones macabras, como si se estuviera decidiendo el futuro de la humanidad. Muchas de estas composiciones surgen, en parte, de las técnicas de collage como matriz conceptual. Un collage híbrido y muy flexible que incorpora escaneo 3D de objetos o personas, dibujos autorales, fotografias digitales (personales y de dominio publico) como insumos en el proceso y desarrollo de una idea, según explica el artista.


“Las nuevas pinturas de Carlos Ampuero constituyen complejos juegos visuales a través de los cuales parece reconstruirse aleatoriamente la historia reciente de la humanidad en Occidente (la vida cotidiana, el mundo laboral, los avances científicos, los conflictos sociopolíticos, etc), es decir, un gran Theatrum mundi en el que se admiten, posan y traslapan asuntos tan distantes como la geografía, la salud y la medicina, la religión, la tecnología, la vida afectiva, la guerra o el deporte”, escribe el artista y profesor Cristian Silva sobre este nuevo conjunto de obras.

La arquitectura y lo estructural, las construcciones y los espacios abiertos y cerrados son elementos fundamentales en sus composiciones. Las máquinas, lo hecho por el hombre, la tecnología análoga y digital están ahí presentes. En sus escenas melancólicas, cuasi apocalípticas, a ratos alguien nos observa, configurando una situación espejo en la que creador/sujeto representado/espectador son uno solo. Como un chispazo.


Para esta exposición en Galería Animal, titulada Péndulo, Ampuero mantiene su afiliación con estos temas -el mundo natural se suma-, pero decide enfocarse en la tonalidad sombría -para tiempos sombríos- de los blancos, negros y grises. Sin embargo, lo que en un principio se le presentaba como una restricción -trabajar en monocromía-, “pronto abrió otras posibilidades: indagar, desde lógicas más gráficas y sencillas, sobre la función del color en la construcción y percepción de la imagen”, de acuerdo con el artista.

De esta manera, los dibujos y pinturas presentes en Péndulo han sido elaborados atendiendo parámetros tonales reducidos a un mínimo. La paleta acromática permite al artista resistir y postergar las posibilidades infinitas que le proponía el color. Sustituye, así, “el efecto fulgurante y subjetivo que puede ejercer el croma por una experiencia más aquietada, quizás recatada, en relación con nuestra percepción”.


Para el artista, “es como si el blanco y el negro, y los grises que se mueven entre ambos, tuviesen
la habilidad innata de democratizar la superficie del soporte”. Carlos Ampuero se aprovecha
entonces de la ausencia cromática para “monopolizar nuestra mirada e invitarnos a recorrer la
totalidad de la imagen, antes de intentar poseerla en nuestra mente”.

Obras del artista

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