Cecilia Paredes, fotógrafa peruana, ha caracterizado su obra como una cartografía para entrar en el intrincado archivo de su imaginación, recinto secreto de una naturalista, o, guía para ingresar al museo de una colectora de indicios terrestres.
La construye con la metáfora, o quizás mejor definido con el hoxímoron, porque lo que se sustantiva califica a otro sustantivo en un perenne juego de dobles: es la mujer, pero es mujer pez, mujer árbol, mujer zorrillo, mujer pulpo, mujer gárgola, mujer sirena, mujer venada; o incluso, algunos son seres ambiguos en quienes germina la gran incógnita de la paradoja.
Ella juega con los significados interpretando una naturaleza dentro de sí, que en la evolución de la obra ahora la lleva puesta y la amolda a la morfología del estuche de su alma. Pletórica, esa naturaleza ensortija el doble de su brazo, o el de sus pies, como lianas que van creciendo nutridas por las mismas sustancias que un día los entes mitológicos del jardín la convirtieran en árbol.
La obra de Cecilia Paredes es el registro de una visión del eterno edén, en el cual ingresamos para revivificar los bríos creativos, cuando todo lo racional y objetivo resulta una carga cotidiana. Entrar a aquél, afirma que los espectadores somos capaces de dibujar nuestro propio imaginario y grabarlo, más allá de las visiones de esta artista.
Luis Fernando Quirós,
Historiador de Arte
San José, Costa Rica.
La construye con la metáfora, o quizás mejor definido con el hoxímoron, porque lo que se sustantiva califica a otro sustantivo en un perenne juego de dobles: es la mujer, pero es mujer pez, mujer árbol, mujer zorrillo, mujer pulpo, mujer gárgola, mujer sirena, mujer venada; o incluso, algunos son seres ambiguos en quienes germina la gran incógnita de la paradoja.
Ella juega con los significados interpretando una naturaleza dentro de sí, que en la evolución de la obra ahora la lleva puesta y la amolda a la morfología del estuche de su alma. Pletórica, esa naturaleza ensortija el doble de su brazo, o el de sus pies, como lianas que van creciendo nutridas por las mismas sustancias que un día los entes mitológicos del jardín la convirtieran en árbol.
La obra de Cecilia Paredes es el registro de una visión del eterno edén, en el cual ingresamos para revivificar los bríos creativos, cuando todo lo racional y objetivo resulta una carga cotidiana. Entrar a aquél, afirma que los espectadores somos capaces de dibujar nuestro propio imaginario y grabarlo, más allá de las visiones de esta artista.
Luis Fernando Quirós,
Historiador de Arte
San José, Costa Rica.