Ante el retiro de la naturaleza que marca el fin de la modernidad, y la sucesiva transformación de la cultura en “segunda naturaleza”, que señala el inicio de la posmodernidad, la obra reciente de Pablo Cardoso (tanto los parajes insulares que conforman la serie Coordenadas, como sus flamantes Sábanas), replantean desde la pintura nuestra visión y relación con el paisaje, proponen la posibilidad de su existencia a través del dato o el filtro cultural. Para empezar, Cardoso hace pasar el paisaje por la cultura haciendo pasar la pintura por la fotografía, transportando el registro fotográfico inicial a los dominios del acrílico por medio de lo que él llama un pincel literal, es decir, un pincel que copia textual y meticulosamente cada foto.
En Sábanas, la pieza textil, manufacturada, plegada, plisada, suscita en el espectador un sinnúmero de asociaciones orográficas y topográficas tan diversas como opuestas: olas, dunas, desiertos, estepas, sábanas. Así, frente al repliegue de la naturaleza, desde la intimidad del lecho, Cardoso dibuja un pliegue que la evoca y restituye en su plenitud ontológica.
Y la genealogía de ese pliegue, que según Deleuze está en el Barroco, subraya el anclaje y ancestro cultural de estos “paisajes”. Recordemos el cuidadoso trabajo sobre los hábitos de los monjes en Zurbarán, o la apoteosis de curvas y retorcimientos en la túnica de la Santa Teresa de Bernini. Las sábanas de Cardoso -sudarios seculares, lienzos profanos- pliegan a esta sensualidad morbosa y suntuosa, son herederas de esas torsiones y tensiones que atraviesan el espíritu del barroco, como de ese programado efecto escénico y lumínico que orienta la pintura, la escultura y la arquitectura de la época. Es precisamente para acentuar ese efecto dramático que estas mantas han sido fotografiadas a contraluz -equivalente del claroscuro y las penumbras del seiscientos- confiriendo a las pinturas por un lado esa atmósfera vespertina, y por otro, perfilando la resolución de los contornos, su volumen escultórico. Y es también en el contexto del imaginario, o del pathos barroco, donde los invertebrados que las recorren adquieren un primer significado, como alegoría moral o vanitas, como emblemas de caducidad y muerte, temas caros a la poesía conceptista, y recurrentes en la obra de Cardoso.
En Sábanas, la pieza textil, manufacturada, plegada, plisada, suscita en el espectador un sinnúmero de asociaciones orográficas y topográficas tan diversas como opuestas: olas, dunas, desiertos, estepas, sábanas. Así, frente al repliegue de la naturaleza, desde la intimidad del lecho, Cardoso dibuja un pliegue que la evoca y restituye en su plenitud ontológica.
Y la genealogía de ese pliegue, que según Deleuze está en el Barroco, subraya el anclaje y ancestro cultural de estos “paisajes”. Recordemos el cuidadoso trabajo sobre los hábitos de los monjes en Zurbarán, o la apoteosis de curvas y retorcimientos en la túnica de la Santa Teresa de Bernini. Las sábanas de Cardoso -sudarios seculares, lienzos profanos- pliegan a esta sensualidad morbosa y suntuosa, son herederas de esas torsiones y tensiones que atraviesan el espíritu del barroco, como de ese programado efecto escénico y lumínico que orienta la pintura, la escultura y la arquitectura de la época. Es precisamente para acentuar ese efecto dramático que estas mantas han sido fotografiadas a contraluz -equivalente del claroscuro y las penumbras del seiscientos- confiriendo a las pinturas por un lado esa atmósfera vespertina, y por otro, perfilando la resolución de los contornos, su volumen escultórico. Y es también en el contexto del imaginario, o del pathos barroco, donde los invertebrados que las recorren adquieren un primer significado, como alegoría moral o vanitas, como emblemas de caducidad y muerte, temas caros a la poesía conceptista, y recurrentes en la obra de Cardoso.